Llega el momento de, como dice la canción de Mecano, hacer el balance de lo bueno y malo. Solo que no lo hacemos cinco minutos antes de la cuenta atrás.

Son muchos los que pasan días, incluso semanas, con ese balance del año. Analizamos nuestros logros y aquellas hazañas en las que nos quedamos a medio camino, nos enorgullecemos de nosotros mismos, nos enfadamos porque otra vez nos volvió a pasar lo mismo, nos acordamos de quienes estuvieron en el camino y ya no están…

Es en ese momento, analizados los 365 días anteriores a nuestra entrada del Año Nuevo, cuando tras este balance nos fijamos nuevos retos. Llega el momento de hacernos promesas, propósitos que lograremos cumplir sólo en algunos casos pero, que en el instante en el que nos los hacemos parecen estar, cien por cien, al alcance de nuestras manos. Después de ese balance casi improvisado, y con la emoción de un nuevo año, nuevas oportunidades y nuevos comienzos, nos damos cuenta de cuáles son las soluciones a esos problemas o circunstancias en las que nos hemos sentido tanto tiempo atascados. Es tanta la intensidad del momento que llegamos a hacer apuestas con quienes realmente nos conocen y saben que no lo lograremos pero, ¿por qué no intentarlo?, ¿cómo lo hacemos?

Lo recomendable en estos momentos es intentar tener la cabeza cuanto más fría mejor. Es algo que vivimos cada año, hay quienes incluso viven el comienzo del curso escolar como otra fecha en el calendario en la que empezar a formular retos y promesas así que, cabeza fría.

Se trata de fechas familiares, fechas en las que todo parece posible… Pero debemos recordar cuántos castillos en el aire se nos han caído a lo largo de nuestras vidas, precisamente por ellos:

Márcate retos a corto plazo, retos con fecha en el calendario, ¡dosifica tus intenciones!

Son muchos los propósitos que a menudo ponemos en nuestra lista de propósitos de Año Nuevo. ¿Nos tomamos esta lista en serio?

Si es así, y debe serlo, ponte límites. Primero haz un listado “en bruto” y a partir de él ubica “tus tareas” en el calendario. Si tienes fecha en él será más fácil comprometerte con tus propias intenciones y, llegada la fecha, si has cumplido contigo mismo será genial y si no, a por la siguiente.

Involucra a tus familiares y amigos.

Un reto entre muchos es mucho más fácil de conseguir. Comparte tus grandes propósitos con tus amigos, organiza ese viaje con el que llevas años soñando. Cuando tú no puedas tirar del carro seguro que lo hará uno de ellos, así no lo dejaremos en el olvido.

Comparte cuáles son tus metas con tus familiares. La confianza es una baza que jugará a tu favor, y es que eso de que “la confianza da asco” a veces es cierto pero… seguro que el que ellos insistan en que te haces las mismas promesas todos los años te hace avanzar y conseguirlas, aunque sea sólo por llevarles la contraria, ¿qué mejor forma de automotivarnos?

Sé realista.

Existen pocas cosas, realmente, imposibles pero no todo se puede conseguir en un año. ¿Quieres independizarte?, ¿comprarte una casa?, ¿formar una familia?, ¿crear tu propia empresa? En estos casos debes ir sembrando y ser consciente de que tu plan no es a corto plazo (quizá lo sea a medio o largo). Si no eres realista en estos casos es posible que llegue la frustración, el estrés y, por último, la deserción.

¿Has escuchado alguna vez eso de “despacito y con buena letra”? Pongámoslo en práctica.

Paciencia y tesón.

Recuerda que se trata de tu lista de propósitos para Año Nuevo y no de tu carta de los Reyes Magos. Todo aquello que apuntes en ella vas a tener que trabajarlo. Por lo general, soñamos con lo que no tenemos a nuestro alcance, con aquello que parece imposible, y eso, no es del todo malo si tenemos en cuenta los puntos anteriores, esas serán nuestras herramientas para conseguir nuestros sueños más libres, eso sí, paciencia y tesón.

No decaigas con el primer “no”, ¡trabájalo!

Despropósitos para el Año Nuevo.

No hace falta que lo apuntes si con ello crees que te vas a sentir culpable… Seguro que guardas algún despropósito en tu mente, seguro que alguna de las metas que conseguiste años anteriores ya no te motivan, ya no te hacen feliz. Toca ser honestos con nosotros mismos, mimarnos y respetarnos, si no lo hacemos nosotros ¿quién lo hará?

Si cogiste el trabajo que surgió como primera opción en un momento crítico y ahora sientes que te resta calidad de vida, siembra. Piensa en un futuro en el que levantarse de la cama un lunes no cueste tanto, pregúntate qué quieres hacer y pon las primeras piedras.

Si amaste a tu pareja locamente pero ya nada es lo mismo, exteriorízalo, háblalo, no cargues más peso en la espalda del que puedes llevar. Es más, es muy probable que si tú lo has notado tu pareja lo haya hecho también, quizá sólo se trata de atreverse a dar el paso…

Apunta bien. Retos en el calendario, sueños en grupo, los pies en la tierra, calma y esfuerzo, ideas claras y, sobre todo, ser honestos con nosotros mismos. No se trata de una lista de deseos pública, se trata de las metas que debemos lograr para avanzar, para sentirnos mejor, para lograr ser felices. Metas muy nuestras y de nadie más, algunos querrán marcarse retos profesionales, otros personales… No dejes que los cánones sociales te influencien. A veces debemos primero ser egoístas para después pensar en los demás.

Ana Ortiz (psicóloga)