Una estrella que pasará a la historia por revolucionar nuestra visión del cosmos y por acercarnos el universo a los “pequeños” seres humanos. El famoso astrofísico británico murió este miércoles a los 76 años en su casa de Cambridge.

A Stephen Hawking le diagnosticaron una esclerosis lateral amiotrófica en 1963, a los 20 años, al no poder incorporarse tras una caída mientras patinaba sobre hielo. Los médicos le dieron tres años de vida. Parecía que esa grave dolencia le iba a condicionar toda su vida, pero el físico supo sobreponerse a los obstáculos que la esclerosis le imponía. A pesar de una enfermedad que le paraliza lentamente, durante 50 años y contra todo pronóstico sus contribuciones a la ciencia, por extensión a la humanidad, son innumerables, aunque nunca le otorgaran el premio Nobel.

La vitalidad y el amor por la vida del físico le llevaron a dedicar todo su trabajo a estudiar y desarrollar teorías sobre la existencia de los agujeros negros o probar el origen del cosmos, con la teoría del Big Bang. Sin embargo, el desarrollo de la “Teoría del todo” le permitió definir el principio y los posibles finales de la historia del universo.

Stephen Hawking nació en Oxford en 1942. Fue un alumno que no sobresalía mucho, aprendiendo a leer a una edad muy tardía, pero siempre buscaba saber cómo funcionaban las cosas, por lo que sus compañeros empezaron a apodarle “Einstein”. Su padre, un investigador médico, le llevaba en ocasiones a su laboratorio, lo que le hizo empezar a interesarse por la ciencia. A los 17 años ingresó en el University College de Oxford para estudiar física.

Tres años después inició sus estudios de doctorado en el Trinity Hall de Cambridge, donde conoció a su amigo Roger Penrose y con él demostró que en la teoría general de la relatividad el tiempo y el espacio debían tener un principio, lo que les hizo saltar a la fama. Pero su gran aportación llegó en 1970 cuando desarrolló su teoría sobre los agujeros negros, demostrando que tienen entropía y horizonte de sucesos, por lo que ni siquiera la luz escapa de su enorme fuerza gravitacional. Y que también emiten radiación (la Radiación Hawking), de manera que podrían evaporarse y desaparecer.

Stephen Hawking no solo fue una eminencia en la física, también quiso acercar sus conocimientos al público, publicando libros divulgativos como “Una breve historia del tiempo” en 1988 con más de diez millones de copias vendidas. Todo ello, junto a su participación en diversos foros científicos para dar su opinión sobre los avances de la ciencia y su gran sentido del humor, le convirtieron en uno de los mayores iconos populares y queridos del último siglo.

¡Hasta siempre!

Adrián Centanaro