Quizás llevamos pensando toda la vida que la alimentación es el acto de nutrir a nuestro organismo y acumular todos los nutrientes necesarios para poder vivir.

Quizás es hora de cambiar ese concepto debido a la certeza de que entre la alimentación y las emociones existe un vínculo complejo, hasta el punto de adjudicarle el apodo de “el segundo cerebro” al intestino.

Quizás hoy puedas ampliar horizontes y comenzar a pensar que la dieta puede condicionar el estado anímico y emocional de las personas. Quizás…

Y es que la comida no solo tiene una función nutritiva sobre nuestro organismo sino que comer está reconocido como un acto placentero. Es natural hacerlo de vez en cuando para poder disfrutar de esos pequeños placeres que nos da la vida pero, la alimentación emocional debe ser controlada.

Existen vínculos emocionales del pasado que quedan anclados en recetas, elaboraciones o ingredientes. Nuestras preferencias sobre algunos alimentos pueden estar basadas en cómo fueron nuestras emociones en el pasado. Un plato de nuestra abuela, por ejemplo. Podemos adorar un plato concreto por recordarnos un grato momento afectivo o rechazar una preparación por haberla asociado a un desagradable recuerdo.

Para que la alimentación no sea puramente emocional debemos comprender que la comida nos brinda placer pero no soluciona nuestros problemas y solo calma sensaciones durante un determinado período de tiempo.

Llevar una dieta equilibrada y hábitos de vida saludable con gran contenido en vitaminas, minerales, fibra soluble, aminoácidos, probióticos, agua, actividad física y un descanso reparador es un mimo indispensable para nuestro segundo cerebro.

Practicar una mala alimentación está vinculado con estados emocionales alterados, depresivos y con un mal descanso.

1. La comida basura y la indiferencia 

Alimentos artificiales, excesivamente manipulados, saborizados y con colores extravagantes no aportan nutrientes. Si éstos se comen en un momento de hambre reconocida estamos sustituyendo la oportunidad de ofrecerle nutrición al organismo por un cúmulo de calorías vacías. Éste tipo de alimentos se vincula a personas que no quieren pensar, ni sentir. Personas que quieren pasar de puntillas sin pararse a ver las cosas más bonitas de la vida. Se trata de una barrera interna para evitar descubrir aquello que les incomoda internamente.

2. La comida picante y la tristeza

No solo se le pone este nombre a la comida sino también a situaciones y personas que generan entusiasmo o gracia. Poner picante a la comida es una forma de añadir una dosis de interés para personas que buscan emoción, intensidad y acción en sus vidas pero que, de una manera u otra, existe algún miedo a dar el paso 

3. La bollería, los dulces y las rutinas agobiantes

Este grupo es el mayor responsable de la obesidad en el mundo, aunque insisto en que el responsable final es quién lo compra y lo consume. Suele verse en personas que tienen una rutina estresante. El resultado de poca alegría que busca compensar energéticamente su falta. Se puede interpretar en personas con un exceso de energía que buscan recompensar la ansiedad que esto genera. Por el contrario, las personas a las que les falta energía y vitalidad suelen acudir a sustancias estimulantes como el café, té, mate, refrescos azucarados enriquecidos, etc

4. La comida salada y la agitación

La sal activa el movimiento del agua en el organismo y ésa es la forma inconsciente de manifestar la inquietud interior. Es obvio a estas alturas que “el punto de sal” correcto potencia el sabor de la comida, pero hay a quienes nunca les es suficiente y antes del primer bocado cogen el salero para añadir un toque más.

5. La comida crujiente y el enfado reprimido

Hay personas que gozan masticando este tipo de alimentos y que siempre seleccionan el más crujiente de entre todos los formatos. Son personas que no disimulan el sonido porque les parece placentero. Masticar estos alimentos es una forma de gruñir o de manifestar la rabia contenida. Es identificativo entre personas que se sienten ignoradas.

6. Los almidones entre algodones

Las comidas suaves, delicadas y blandas en boca producen una sensación de sedosidad. El arroz, la pasta y algunas elaboraciones horneadas les encantan a quienes necesitan ser consolados y amados. Su textura mullida brinda una sensación de abrazo en el paladar en personas que pasan por algún momento difícil.

Hambre emocional VS Hambre real o fisiológica.

Hambre emocional Hambre real
Es repentina Es gradual
Es urgente Puede esperar
Deseo de comidas específicas Elegir la comida según balance de la semana. Estar abierto a otras opciones.
Cuando sentir plenitud no basta Estar satisfecho es suficiente para dejar de comer
Genera culpa, vergüenza o tristeza No genera sentimientos negativos.
Lucía Corominas