Tener la oportunidad de ver y tocar la roca caliza de un templo egipcio con más de veintidós siglos de antigüedad, al aire libre, en mitad de un parque público, esto es más que una ventaja, es una maravilla. Sí, es un templo pequeño, casi se puede visitar manteniendo la respiración, pero no son sus dimensiones lo que le dan importancia, seamos sinceros, ¿quién puede viajar al antiguo Egipto en metro?

A dos pasos de la Plaza de España, junto a La Rosaleda y el Parque del Oeste, donde en su día estuvo el famoso “Cuartel de la Montaña”, orientado de Este a Oeste está ubicado uno de los varios templos que la construcción de la presa de Assuan dejaría sumergidos bajo las aguas del Nilo, motivo por el que el gobierno egipcio decidió donar algunos de sus templos, a los países que previamente habían ayudado económicamente, claro. EEUU e Italia son algunos de los otros afortunados propietarios de joyas únicas e irrepetibles de la historia de la humanidad.

Traído piedra a piedra, unas 1350, desde un lugar llamado Debod, de donde coge su nombre, el templo está dedicado a la primera y más importante de las divinidades egipcias, Amon, el oculto, que estaba en todas partes, representado como un hombre de piel rojiza y azul, también como animal con cabeza de carnero, era considerado una deidad del aire y era también el favorito de los faraones.

El templo fue mandado construir hace la friolera de dos mil doscientos años, año arriba año abajo… Se trajo a Madrid en 1970 y desde entonces la gran mayoría de los madrileños han podido ignorarlo, porque al fin y al cabo, eso es lo que se hace con lo que uno tiene frente a sus ojos todos los días. Claro que siempre hay un buen número de afortunados ciudadanos de la última parada al cielo, que pasea a diario por entre los madroños, abetos, y demás árboles de un parque moderno, acogedor y lleno de encanto. Naturalmente una importante cantidad de turistas nacionales e internacionales recorren sus ocho estancias, contemplan los relieves de sus paredes, la curiosa disposición que conforma el templo y se fotografían aprovechando las hermosas vistas y los reflejos del estanque que tan oportunamente rodea el lugar.

Debod es un yacimiento arqueológico en la baja Nubia, al sur de Egipto, muy cerca de donde el Nilo corta el Trópico de Cáncer. La primera construcción en esta zona de templos se inició en el siglo II a.C. y hay distintas versiones, algunos historiadores dicen que por el rey nubio Adijalamani de Meroe, otros que por Ptolomeo IV. La zona es sin duda un lugar históricamente sagrado, hoy sepultado bajo las aguas del, también sagrado Nilo.

Se eligió el antiguo emplazamiento del cuartel de la montaña, no solo por los hechos acaecidos en él, durante los comienzos de la Guerra Civil Española, más de cien años atrás, en ese mismo lugar, fue donde las tropas napoleónicas reprimieron el levantamiento de 1808, con los famosos fusilamientos del 3 de mayo. No es difícil imaginar un templo en un lugar como este. En la parte posterior del monumento, junto a una preciosa fuente, hay un mirador desde el que se obtienen unas estupendas fotografías del Palacio Real y desde el que se puede ver toda la Casa de Campo.

La Montaña de Príncipe Pío es de por sí un lugar extraordinario, donde se han escrito oscuros pasajes de la historia de Madrid, era el lugar perfecto, en el se que se le podría dar una orientación similar a la que tenía en su lugar de origen y en la que cualquier Dios oscuro de aire, se sentiría como en casa. Y es que los parques en Madrid tienen ese especial y encantador atrevimiento, que la convierte en la única ciudad del mundo en tener a Amon-Ra o al mismísimo Lucifer, este último entre los parterres de El Retiro.

Fotografía y texto: Francisco Fernández